Bien, comenzaba el segundo día en tierras andinas a eso de las 4:00 (maldito jetlag), así que aproveché el momento, para establecer el timing de los siguientes días. Ese días, tocaba Pisaq (aka Pisac) y Ollantaytambo, para acercarme a la noche a Aguas Calientes (a los pies del Machu Picchu). Primero había que buscar la estación de autobuses dirección a Pisaq, que son los que van hasta Calca. ¿Autobuses he dicho? Latas de sardinas, quería haber dicho. Bien, digo que en latas de sardinas, porque los precios de los taxis son bastante caros y en las latas, puedes viajar unos 30 km por unos 2 nuevos soles (0.50 euros al cambio). Lo malo, que son lentos y se llenan hasta los topes.
Tras un poco más de una hora, estaba en Pisaq y tocaba regatear con los taxistas, para que me hicieran un buen precio, pues la ruinas de Pisaq, van escalando un cerro que hay detrás del pueblo. Lo habitual es hacerlo de arriba a abajo, unos 13 km por carretera, así que había que conseguir que el precio no fuera superior a 15 soles (leído en algún foro). Pero la cosa estaba complicada, ya que nadie quería subirme por ese precio, hasta que aparecieron 3 peruanas que iban a subir, así que compartimos el taxi por 7 soles / cabeza. Arriba, los guías ya empezaban a bombardear. Como iba sólo, me salía un ojo de la cara así que pregunté a las chicas peruanas si les interesaba compartir el guía, a lo que me dijeron que no, así que emprendí la visita sin guía. A los 10 metros, se me acercó el último guía que se me ofreció, indicándome que las chicas quería guía, pero ahora era yo el que no quería.
Tras subir un poco, para ver la parte alta de la zona, fui bajando por el recorrido, hasta completarlo en unas 2 horas en pleno centro del pueblo. Como ya eran más de las 12:00 y a pesar de que no es mi hora habitual de comer, decidí entrar en un restaurante, donde no había más que peruanos) que encontré en la calle donde me bajé del autobús. Comí una sopa de pasta con patatas (aka papas) y zanahorias junto a un arroz salteado con verduras y una cerveza. Todo ello por 9.50 soles (10.00 contando la propina que les dejé) y eso que la cerveza (de 625 ml) costaba 6.50 soles. En definitiva, comí por 3 soles (menos de 1 euro) y si os digo la verdad, estaba o rica la comida.
Tras llenar el estomago, me dirigí a la estación de autobuses para coger primeramente un autobús a Urumbamba y más tarde un colectivo: una furgoneta que hace las veces de taxi/autobús a un precio a medio camino entre el taxi y el autobús; camino a Ollantaytambo, último lugar donde se puede llegar por carretera de camino a Aguas Calientes. Antes de visitar las ruinas del pueblo, decidí ir a la estación de trenes para ver cuando era el primer tren económico que había para bajar a Aguas Calientes. El más barato (el que no tiene ninguna floritura saca perras de turistas), el Expedition, disponible para ese días salía a las 21:00. Me cagüen mi… si todavía eran las 15:00 y las ruinas se veían en una hora larga, cercana a dos horas, justo justo para cuando anochece. Así que estuve deambulando por el pueblo unas 3 horas y media, rato en el que aproveché para degustar una pizza estilo peruano, ya que no encontré un restaurante típico.
A las 20:30, había que estar en la estación de trenes para a las 21:00 en punto salir rumbo a Aguas Calientes. En el camino, empezó a llover un poco, aunque poco a poco iba aumentando la intensidad (sin ser excesivo) y los que íbamos en el tren empezamos a preocuparnos un poco, porque nos temíamos que a la mañana siguiente podía llover y con ello, llevar al traste nuestra intención de ver el Machu Picchu. Así que un poco preocupados, llegamos a Aguas Calientes, donde para mi sorpresa, me esperaban del hostal que había reservado en el pueblo (aunque aquí a cualquier cosa le llaman ciudad), ya que no les había indicado en que tren llegaba (pobres, a lo mejor estuvieron todo el día bajando a la estación a esperarme).
Llegué al hotel a eso de las 23:00 y tras charlar un rato con el chico de recepción, donde por cierto tienen una máquina con Linux (el escritorio era un Gnome un poco viejo); me marché a dormir, pues la mañana siguiente, tocaba madrugar para conseguir plaza para subir al Wayna Picchu (sólo hay 400 plazas).