Nasca – Ica

A la noche, viaje en autobús cama (bueno, casi cama, por que los asiento sólo se reclinaban 160º) de primera clase, por que nos esperaban unas 10 horas de viaje, así que había que intentar descansar algo. Entre la película que era un poco tostón, el calorcito que hacía dentro y el cansancio que se va acumulando, me he dormido hasta las 5:00, momento en el que me he tenido que levantar a echar
una meadita.

Para cuando me he dado cuenta, ya estábamos en Nasca. Y menudo jaleo: gente intentando que te montases en su taxi para que te lleven a hotel, agencia… donde más comisión les dan. Una autentica locura. Y claro, a uno le pillan recién despertado y parece que se lo van a comer. Solución: decirles que ya tienes hotel, que ya has contactado con una agencia… Aunque a veces, puedes conseguir un buen precio, así que tampoco conviene estar muy a la defensiva. Yo por ejemplo, he conseguido dos noches al precio de una. Después de acomodarme y darme una ducha, he dado una vuelta por las agencias, para ver si conseguía un vuelo a un buen precio para ver Las Líneas de Nasca. Un buen precio, no tiene porque ser el más barato, pues si bien todos los aviones hacen el mismo recorrido, algunas naves están en mejores condiciones. También ha que tener en cuenta, que algunas agencias te cobran sólo una vez has volado, que otras te devuelven el dinero en caso de que el vuelo se cancele por condiciones adversas… Y es que la costa y el desierto de esta zona, son muy caprichosas y por las mañanas suele haber una neblina que descarga garuga (aka, txirimiri, calabobos…) y hasta bien entrado las 10:00 o las 11:00, uno no sabe realmente que tiempo va a hacer realmente.

Al final, he conseguido un vuelo para las 13:00, si bien mi intención era hacer el vuelo mañana, pensando que para el día de hoy no iba a tener un hueco. Así que hasta esa hora, he estado dando una vuelta por el pueblo, para conocerlo un poco. A las 11:00, pasaban a recogerme por el hotel, para ir de camino hacia el aeropuerto y tras un vídeo explicativo, pagar las tasas aeroportuarias, nos hemos montado 4 en un pequeño aeroplano, que tenía muy buena pinta.

A pesar de que recomienda sobrevolar las lineas a primera hora del día (por que la luz no es tan fuerte, aunque a última hora de la tarde la intensidad de la luz es la misma, por la tarde suele hacer bastante viento y las naves no salen a volar), he de decir que hemos podido ver las lineas de una forma muy clara.

Desafortunadamente, me he equivocado al elegir el objetivo para la cámara (sólo se podía llevar una cámara, nada de pesos extra) y es posible que no todas las figuras puedan verse con nitidez. Medio hora más tarde, ya habíamos realizado todo el recorrido. El viaje ha sido maravilloso: buenas vistas con un buen piloto, ya que los giros para poder ver las imágenes, apenas se notaban.

Camino de vuelta al pueblo, me he empezado a sentir un poco mal: me sentida mareado, el cuerpo me dolía y el dolor de garganta se había incrementado. Yo ya me estaba temiendo lo peor: una gripe, ya que los síntomas son los mismos, salvo porque no me duele la cabeza. He intentado comer algo, por si era falta de fuerzas, por comer poco los días anteriores, pero la cosa no mejoraba. Aún así, no me he quedado a descansar en el hotel sino que me he ido a ver el museo de Antonini, donde uno puede informarse acerca de las culturas pre incas de la zona, ver cerámicas, vestimentas… de la época un mucha mucha información. Y lo que es mejor, en un idioma entendible XDD.

La verdad es que no me he enterado muy bien, ya que a poco de entrar, estaba más pendiente de meterme en la cama, que de ver lo que estaba viendo. Pero he hecho un esfuerzo y al final me he visto todo el museo. De allí, directo a la cama, sin ni siquiera cenar. Y tan pronto como me he metido, me he dormido.

Hoy me he levantado un poco mejor. No estoy al 100%, pero si como para seguir con la ruta. Así que bien prontito, me he ido a ver los acueductos de Cantayo y de paso Las Agujas, parte de las Líneas de Nasca, pero estas no se sobrevuelan, por lo menos en el paquete básico.

En el camino he conocido a un conductor de combi, un poco “filosofo”, y me ha tocado hacer de cobrador (persona encargada de abrir/cerrar la puerta y recaudar el dinero de los boletos), ya que el hombre viaja sólo. Esta vez, el miedo que he sentido en el combi, no era porque este iba a toda pastilla, todo lo contrario, sino porque el hombre se entretenía con cualquier cosa e íbamos dando “bandazos” de lado a lado de la carretera. Menos mal, que de habérnosla pegado, nos hubiera dado tiempo a saltar del cacharro XDDD.

Nada más llegar a Nasca, he tomado un taxi, para ver el cementerio de Chauchilla, el cual se encuentra a poco más de 30 km del centro del pueblo, en medio del desierto. Allá no hay mucho para ver, pero la visita merece la pena, así que si os interesan las cosas un poco tenebrosas, es una visita indispensable.

En contra de lo que creía antes de llegar a la zona, he terminado bastante pronto de ver las cosas que tenía pensadas, así que he tomado un bus camino a Ica, para ir a Huacachina, a las dunas a hacer un poco de sandboard. He llegado justo para entrar en un grupo y coger el buggie para adentrarnos en la que ha sido la tarde más divertida y loca hasta el momento aca.

Al principio, tras las primeras bajadas de impresión dentro del buggie, hemos pasado a lanzarnos con las tablas de snow por la arena. La primera vez impresiona un poco tener que tirarte por esas enormes dunas, pero luego, poco a poco, vas cogiéndole el gustillo y cada vez necesitas que la duna sea mayor. A estado muy pero que muy bien. Además, por primera vez en todo el viaje, he conseguido un recuerdo sin que me haya costado un sólo sol: tengo arena por todos los lados y para dar y para tomar (sobre todo, por que en la primera bajado me he dado el talegazo del siglo XDD).

El viaje ha terminado, donde lo hemos comenzado. Pero no ha sido hasta la vuelta que me he dado cuenta que estábamos en el único oasis de toda América: el oasis de Huacachina. Ha sido un poco caro, es lo que tiene montarlo todo de forma precipitada, pero merece la pena.

Ya he cumplido, así que no me queda otra que coger un autobús rumbo a Lima, donde haré noche antes de partir a Trujillo, al norte de Lima, en avión. Al llegar a Lima, a eso de las 22:00, he visto un hostal cerca de la estación de autobuses. Cuando me dirigía a ella, unos limeños, me han dicho que mejor no me vaya para allá, que es muy peligroso. Como no conocía la zona, les he hecho caso (ante todo seguridad), y me ha dicho que mejor me buscaba un taxi y me iba a una zona un poco más segura.

Me he dejado guiar, así que he cogido un taxi de un señor que “casualidad” estaba en el grupo de gente que no me recomendaba ir a la zona y hemos empezado a buscar un hostal/hotel donde el hombre tendrá una buena comisión, digo… donde poder dormir. El primero al que me ha llevado, tenía buena pinta, lamentablemente, no había camas libres, así que hemos seguido buscando en otros. El segundo, tenía pinta de ser u antro, así que directamente le he dicho que no, que quería algo mejor y que aparte, quería comer algo, que llevaba todo el día sin probar bocado. Así que ha comentado, que conocía un hostal, al frente del cual había un restaurante: Villa Roma.

Mientras tanto, ha sacado el tema de los prostíbulos (parece ser que hombre sólo, significa: busco putas :_( ) y comentaba que en Lima no hay mucho prostíbulo, que lo que acá se lleva es más los hostales/hoteles donde van las parejas a hacer sus cositas. No entendía bien el porqué de ese tema, pero como digo, parece ser que cuando un hombre viaja sólo, lo que necesita/busca/quiere es un poco de compañía.

Al llegar al hostal, he visto que el tenía buena pinta. Un poco caro, pero no quiero continuar buscando hoteles. Lamentablemente, justo cuando llegabamos estaba cerrando el restaurante, aún así, he preferido quedarme allá. Tras hacer el check in y pagar, he intentado buscar algo de comer: primero en el hotel, después en un restaurante de comida rápida con servicio de delivery (aka entrega a domicilio), pero era demasiado tarde, así que he pedido en recepción a ver si me podían conseguir algo de comer: un 1/4 de pollo con papas fritas y ensalada. No me hace mucha gracia el pollo, pero mejor eso que nada y seguro que mi maltrecho estomago lo agradecerá.

Arequipa

Sinceramente, no se que puede tener Arequipa, a parte de un montón de tour operadores con unos paquetes muy interesantes (habría que ver los precios) para subir a varios cerros o volcanes, trekking por el Valle de Colca… para que la gente se quede uno o varios días en la ciudad. A mi por lo menos, no me ha gustado nada, ya que está lleno de iglesias, conventos… o casonas de la época colonial, así que he aprovechado el día para ir hasta el molino de Sabandía, que a pesar de no ser una gran cosa, me ha servidor para matar el día.

Eso sí, el recorrido entre el hotel y el terrapuerto (puerto de tierra, donde se toman los autobuses de larga distancia) ha sido muy agradable, por que el taxista era un cachondo y no hemos reido bastante.

Cruz del Cóndor

Tras día y medio en Chivay, ha llegado el momento de visitar La Cruz del Cóndor, lugar donde se puede ver el majestuoso vuelo, del ave volador más grande del mundo: el Cóndor andino. Para ello, tras leer varias opiniones, me he levantado a las 3:00 para coger el autobús de las 4:00 que va camino de Cabanoconde y de esta manera, estar a primera hora en La Cruz del Cóndor y tener una buena posición para disfrutar del vuelo de los cóndores.

Hemos llegado pasadas las 5:30 a la zona y aún no había amanecido. Junto a mí, se han bajado dos guardas de la zona, que amablemente me han invitado a entrar a los baños, pues allá no hay otra zona a cubierto, para resguardarnos del frío de esa hora. Mientras amanecía, he estado hablando muy a gusto con Cristóbal, uno de los guardas, mientras el otro dormía un poco. Hemos estando hablando de bastantes cosas y de esta manera, se nos ha hecho más amena la espera.

Una vez el sol ya había salido de detrás de los cerros nevados, Cristóbal me ha indicado la mejor zona para poder disfrutar del vuelo de los cóndores: una zona a escasos 10 metros donde a veces se posan los cóndores; mientras poco a poco, casi con cuenta gotas, empezaban a aparecer turistas. A eso de las 8:00 o 8:30, uno de los guías de un grupo de turistas nos ha avisado de que se acercaba un cóndor. Al principio han volado bastante bajo, me imagino que a esas horas, las mejores corrientes estaban por allí abajo, pero poco a poco han ido ascendiendo.

Como veía que los cóndores estaban pasando muy cerca de otros miradores más bajos, me he dirigido hacia uno de ellos. Ha sido muy emocionante ver pasar a uno de los cóndores a escasos 10 metros, o incluso menos; y escuchar como sus alas cortan el viento. Lamentablemente, al poco de llegar allí abajo, uno de los cóndores adultos, se ha posado en la piedra que me había indicado Cristóbal. He intentado volver a la zona, para obtener una foto cercana, pero mientras llegaba, un hijo de puta mal educado turista ha asustado al animal y este ha reemprendido el vuelo. Cristóbal, que parece ser el jefe de los guardas, le ha preguntado al guarda que en esos momentos estaba en la zona, que era lo que había pasado y este le ha respondido que un turista lo había asustado, a lo que Cristóbal le ha replicado irónicamente, que porqué no lo ha expulsado. Digo que irónicamente, porque justo antes a la mañana hemos estado hablando que hay algunos turistas que son bastante mal educados y desconsiderados, no sólo con el resto de turistas, sino con las personas encargadas de las zonas e incluso con los animales, la naturaleza o las ruinas; y que lamentablemente, no tienen potestad para castigar o sancionar a estos sinvergüenzas.

Mientras los turistas volvían en sus carros, unas pocas personas hemos permanecido en la zona, disfrutando un poco más de los cóndores, incluso viendo como los cóndores más jóvenes jugaban entre ellos, persiguiéndose unos a los otros, haciendo un ruido infernal, al chocar sus alas contra las corrientes de aire.

Si bien Cristóbal me había ofrecido volver en el carro de otro guarda, al final el mal estado del mismo me ha obligado a coger una lata de sardinas (harto de gente) para volver a Chivay, donde he recogido la mochila y he tomado un autobús con destino a Arequipa, donde iba a hacer noche y pasar el día de mañana, antes de coger un bus nocturno camino a Nazca.

Puno – Chivay

Como ya he comentado en la anterior entrada, hoy ha tocado madrugar una hora más, para poder llegar a Chivay a tiempo. Afortunadamente, esta vez el viaje ha durado sólo una hora más de la prevista y eso a pesar de que hemos tenido que tomar la vía alternativa de la vía alternativa, por culpa de un riachuelo, no muy profundo, pero lo suficiente como para que la furgoneta (ya que sólo eramos 5 pasajeros y el autobús había tenido problemas para volver anoche a Puno) se quedase varada.

Tras otra pequeña parada en Lagunillas, donde de nuevo hemos tenido que ver los flamencos en marcha desde la furgoneta, hemos continuado camino de Arequipa, para tomar el desvío a Chivay una vez entrados en la Reserva Nacional Salinas y Aguada Blanca. Tras un pequeño paréntesis, donde hemos cambiado la furgoneta por el autobús, hemos comenzado a subir a Patapampa, la que será el punto más alto de todo el viaje: 4950 msnm. Le tenía bastante respeto a esta zona, por estar próxima a los 5000 msnm, pero afortunadamente, mi aclimatación a la zona ha sido muy buena y no he tenido ningún problema al bajar del autobús.

A continuación, hago un paréntesis en el viaje y retomo aquello que dije en el primer post de este viaje: para mi, la mejor aclimatación al antiplano de Perú, es el que empieza por Cusco, sigue por Puno y después va a Chivay. ¿Por qué? Pues porque a pesar de que Cusco está a una altitud de 3326 msnm, después el desnivel máximo que tendremos será de unos 1600 m y teniendo en cuenta que Puno está a 3800 msnm, haciendo un par de excursiones por la zona, tranquilamente pasaremos de los 4000 msnm, “tan sólo” unos 1000 m por debajo de Patapampa. En cambio, si la aclimatación la hacemos desde Arequipa, a 2350 msnm, la entrada en Chivay por Patapampa será durísima, ya que tendremos un desnivél de 2600 m, es decir más del doble de la altitud de Arequipa. Además, Chivay esta a 3630 msnm, es decir unos 1300 metros por encima de Arequipa, por lo que creo que la aclimatación que se pueda hacer desde Arequipa, es insuficiente, puesto que la aclimatación a esas alturas, normalmente, se hace ascendiendo entre 400-500 metros al día / sesión, dependiendo de la preparación física de cada individuo, para volver a descender a la hora de dormir.

Pero volvamos al viaje. Tras el bello paisaje visto desde Patapampa, donde hemos visto unos cuantos nevados, cerros de más de 5000 msnm, volcanes… hemos comenzado a descender a Chivay, donde hemos llegado a la hora prevista. Tras buscar un hostal barato, pero confortable en la misma Plaza de Armas (o plaza principal), me he dirigido a una farmacia a comprar medicamentos, ya que llevo un par de días con la garganta irritada y echando flemas con un poco de sangre a las mañanas. Creo que la infección, ha podido estar causada por el frió que hacía a las tardes-noches en las zonas de Cusco y Puno. Espero que la cosa no empeore y en un par de días este bien. Esta tarde así como el día de mañana, los utilizaré para dar una vuelta por los pueblos más cercanos a Chivay, lease: Yanque, Coporaque… y dar una vuelta por el mercado, para ver si puedo encontrar algo interesante para compra de souvenir.

Uros, Amantaní, Taquile, Sillustaní

Tras dejar la ropa sucia en la lavandería, me he dirigido al puerto, para coger un barco para hacer el tour de las Islas: las islas de Uros (o Urus), Amantaní (donde iba a hacer noche en casa de una familia de la isla) y Taquile.

La primera parada, ha sido en la isla de Uros, que son unas islas artificiales donde viven aimaras. Básicamente, es una patraña para sacar unos pocos soles a los turistas, ya que en las islas, tienen tele, teléfono e incluso internet. Así que os podéis imaginar que poco tiene de auténtico. De lo poco que me ha resultado interesado, ha sido ver como construyen las islas.

Tras un largo viaje en barco (2 horas pasadas) hemos llegado a la isla de Amantaní. Nada más llegar, nos han repartido entre las familias del la zona, la isla es bastante grande, y nos hemos ido cada cual a “su casa”. A mi, me ha tocado ir a casa de Basilia, una mujer abandonada por su marido, que tiene dos niños pequeños a su cargo, aunque durante mi estancia no los he podido ver, pues supuestamente estaban en Puno haciendo unas compras. Al principio, la mujer me ha parecido un poco seca (y para que lo diga yo, que soy más seco que el frío de la zona…), pero poco a poco se ha ido abriendo un poco.

Tras comer una sopa de quinua y un poco de queso frito (que al principio pensaba que era pechuga o pecho como le llaman acá) de pollo, nos hemos dirigido a la plaza del pueblo, para ir todos los que habíamos venido en el barco, a ver la puesta del sol, desde el alto del pachamama o pachatata, el que nos diese la gana. La altitud en la zona alta de la isla, era de unos 4100 metros y mientras íbamos subiendo, la gente ha empezado a quedarse rezagada y sin darme cuenta, he subido al pachatata, donde las vistas para contemplar la puesta del sol no eran tan buenas y que no era el que teníamos que subir. Así que de las mismas, he bajado y he subido al pachamama, donde ya estaban todos listos para ver la puesta del sol.

Unas fotos y para abajo, que nuestras familias nos estaban esperando para cenar un poco, antes de vestirnos con trajes típicos (no pidáis fotos, que no las hay) e ir a una fiesta saca cuartos a los guiris, donde la botella de agua valía 4 soles (poco más de 1 euro). 1 hora de “bailes típicos” y mi señora, me decía que nos íbamos, que estaba un poco cansada.

A la mañana siguiente, tocaba despedirse de las familias, ya que nos íbamos a la isla de Taquile. Otro largo viaje en nuestro lento barco y hemos llegado a Taquile, donde tras un paseo de 40 minutos, hemos llegado a la plaza del pueblo, donde tras 20 minutos de descanso, hemos continuado nuestro camino hasta un restaurante, donde el menú estaba a 20 soles. Como no era obligatorio comer allí, he decidido pasar y mientras los demás comían, he subido al pachamama de la isla. A mediodía, hemos salido de Taquile rumbo a Puno, en un viaje que iba a durar unas 2 horas y media. Justo al llegar, he decidido ir rápidamente a ver las chullpas de Sillustaní, que están a unos 30 km de Puno, ya que si me daba un poco de prisa, podría verlas antes de que anocheciera.

Mientras iba en el taxi (no tenía tiempo de buscar un compartido), he ido escuchando las noticias de que los mineros había tomado el aeropuerto de Juliaca (ciudad próxima a Puno) en señal de protesta por las decisiones que el gobierno peruano a tomado con ciertas concesiones mineras y que la policía estaba reprimidiendo la protesta con disparos (hasta donde he podido escuchar hay 4 muertos), por lo que he decidido llamar a 4M express, con quienes tenía contratado el servicio de autobús para llegar hasta Chivay, en el Valle de Colca, al día siguiente; para ver cual era la situación real en Juliaca y si estos altercados afectaban a nuestro viaje. Desafortunadamente, me han dicho que sí, que nos afectaba y que íbamos a tener que salir 1 hora antes, ya que teníamos que tomar una ruta alternativa, ya que el paso por Juliaca estaba cortado.

A la vuelta, dado que eran poco más de las 17:30, he decidido visitar el museo de Carlos Dreyer, para conocer un poco la historia de la ciudad, antes, durante y después de los Inka, antes de buscar un restaurante barato donde cenar.

Cusco – Puno

Hostia puta!!! Son las 5:20 y me he dormido!!! Maldito android y su puñetera alarma. Joder, que pierdo el autobús!!!

Lo dicho, son las 5:20 de la mañana y a las 5:45 tengo que estar en la estación del autobús que me va a llevar desde Cusco a Puno y la estación está como a unos 15 minutos del hostal. Además he quedado con un taxi a las 5:30 y todavía me tengo que vestir, hacer un poco la mochila (a pesar de que anoche la dejé preparada) y bajar a recepción (espero que haya alguien).

5:35, estoy en la calle esperando el taxi, pero no aparece. Otra cosa no, pero el tema de la puntualidad, me parece algo muy importante y me parece una falta de respeto que la gente no la cumpla. Voy a darle cinco minutos más, sino, que le den.

Son las 5:41 y no aparece mi taxi y tengo que estar en 4 minutos en la estación, así que paro el primer taxi que encuentro y le digo que me lleve a la estación de Inka Express. Me dice que no me preocupe por la hora, que normalmente los buses sale con retraso (grrr) y que llegaremos a tiempo. Y así ha sido. Y menos mal, porque el siguiente autobús sale al día siguiente, con lo que perdería un día en Puno o Chivay, a donde iré después de Puno.

Teóricamente, el autobús salía a las 7:30, pero debido al paro que el sector minero tiene en la zona de Puno, debemos tomar una vía alternativa y dado que el viaje es mucho más largo, en torno a unas 13 o 14 horas en vez de las 8 o 9 horas que tarda habitualmente, han decidido salir una hora y media antes, para no demorarnos mucho en llegar a Puno. A pesar de los pesares, hemos salido a las 6:30, con lo que en principio llegaremos media hora más tarde.

El autobús de Inka Express, hace una ruta y en para en las zonas donde hay ruinas o cosas importantes para ver. Vamos, que es una especie de bus turístico, pero con la diferencia de que te recoge en una ciudad y te deja en otra.

Nada más salir, a unos 10 minutos, nos hemos tenido que meter entre calles, ya que había problemas en el “highway” (que lo único que tiene de autopista, es que es de pago, por que es una carretera comarcal: dos carriles, uno por sentido, pero de lo mejorcito que he visto hasta ahora). Tras este pequeño contratiempo, hemos llegado Andahuaylillas, donde supuestamente está La Capilla Sixtina de Sudamérica. Digo supuestamente, porque no he tenido la suerte o la desgracia de ver La Capilla Sixtina en directo. Lo que hemos visto, era una iglesia en plena restauración llena de frescos simples y bastantes cuadros de vírgenes, santos y demás historias. Vamos, otro tostón, pero fuera hacía un poco de frío (dentro de la iglesia más) y no nos dejaban estar en el autobús. veinte minutos de visita y volvíamos a la carretera.

La siguiente parada, ha sido para ver las ruinas de Raqchi, aunque debido al primer contratiempo, apenas hemos tenido otros veinte minutos para ver la zona. Ha sido interesante, porque lo que allí se encuentra, no lo había visto en otras ruinas de la zona: graneros redondos, un muro que rodea el pueblo y que tiene más de 7km, unas estructuras algo diferentes de lo visto hasta ahora…

Una hora y media más tarde de salir, tenía la parada para llenar un poco el estomago en la ciudad de Sicuani. La verdad es que me ha ayudado un poco, ya que tras la parada no íbamos a volver a parar hasta pasar unas 5 horas, y no tenía que llevarme a la boca. Así que sin ser nada del otro mundo la comida del buffet, he de decir que me ha sabido a gloria. Eso sí, el catering venía con un poco de retraso (30 minutos) y el señor guía les ha montado un poco de pollo, porque sabía perfectamente cual era la situación y además, veníamos con retraso, así que la demora en la comida no estaba justificada.

Justo tras la comida, venía el camino alternativo, que ya nos han indicado que sería un poco bacheado y con muchas zonas sin asfaltar, pero que era la alternativa más corta. No sé como será la vía normal, pero esta que hemos tomado, ha sido preciosa por lo menos al principio: hemos pasado cerca de varios cerros nevados y las vistas eran maravillosas. Íbamos subiendo poco a poco y los cerros nevados cada vez estaban más a nuestra altura, así que he supuesto que estábamos bastante “cerca” de los 5000 msnm, ya que a esa altura es donde las nieves son perpetuas aca en el Perú. Más tarde, nos ha confirmado que hemos pasado a unos 4600 msnm, pero que no nos han dicho nada, para evitar casos psicosomáticos del mal de altura.

Tras una pequeña parada en un pueblo, del que no me acuerdo de su nombre, para echar un meo y comprar algo de comer, hemos proseguido el tortuoso camino, que poco a poco iba haciendo mella en todos nosotros. Cerca de las 17:20, hemos llegado a la zona de Lagunillas, un lugar lleno de lagunas (como el propio nombre indica) donde suelen descansar los flamencos chilenos, a los hemos podido ver en la lejanía. Al bajar del autobús, he notado una especie de mareo, que no se si ha tenido que ver con la altitud, 4413 msnm o por lo duro que estaba resultando el viaje. Pero ha sido cosa de 3 segundos, así que no le he dado mayor importancia.

A eso de las 21:00, hemos llegado a la ciudad de Puno tras haber sido parados por la Policía Fiscal justo a la entrada de la ciudad y me ha tocado ir en taxi hasta el hostal, ya que la persona que había ido a recogerme, me esperaba para las 17:00 y como a esa hora no estaba allí, se había vuelto al hostal. Le he pedido mil y un disculpas y le he dicho que no había sido problema mio sino de la ruta que hemos tenido que tomar. Unas galletas y a dormir, que la mañana siguiente tocaba ir a ver las islas del lago Titikaka (que no se pronuncia Titikaka, sino Titijaja o Titikala, entre otros), el lago navegable a más altura del mundo: 3800 msnm.

Chinchero y Moray

El cuarto y último día en Cusco y alrededores, lo empecé sin tener claro que es lo que iba a ver / visitar, salvo las ruinas de Chinchero, primer destino del día. Monté en otra lata de sardinas, que iba
camino de Urumbamba. A poco más de una hora, llegué a Chinchero y entré a visitar las ruinas, en las que apenas había turistas, dado que aún era un poco temprano. Mientras volvía, decidí que iba a ir a ver Moray, a pesar de que me habían dicho que era una zona de la que se podía prescindir.

Me puse a esperar un bus/colectivo que fuera en esa dirección, pero no hubo suerte. Justo cuando estaba punto de tirar la toalla y volver a Cusco, unas hermanas del norte de Perú también estaban interesadas en ver las terrazas circulares de Moray, así que nos montamos en un taxi que nos llevó y nos trajo de vuelta por 40 soles (un poco caro, pero no había más opciones).

Tuvimos una charla bastante amena, incluso en taxista participaba. Pero la cosa se fue un poco al garete, cuando el taxista intentó exprimirnos un poco más las perras. En ese momento, la charla fue sólo bidireccional entre las hermanas y yo. Volvimos a Chinchero y tras despedirnos y desearnos suerte en el resto de nuestras vacaciones, cogí una lata de sardinas para volver a Cusco y pasar el resto del día haciendo un par de compras y cenando en otro restaurante para peruanos, esta vez por 2.50 soles en la calle Tuyumallo o Tullumayu. Antes de meterme en, la cama, hice las mochilas, pues la mañana siguiente me tenía que levantar pronto, pues la carretera entre Cusco y Puno se encontraba cortada debida a una huelga de mineros en la región de Puno.

Machu Picchu

Eran las 3:00 de la mañana cuando sonó el Ipod. Me lavé un poco la cara y me dirigí a la estación de autobuses a hacer cola. Cuando llegué, a eso de las 3:30, ya había una veintena de personas, con el mismo propósito que yo: conseguir plaza para el Wayna Picchu. Estaba un poco preocupado, porque aún no tenía el boleto para entrar al Machu Picchu. Iba a haberla comprado en Cusco, pero la dirección que yo tenía del lugar donde había que comprarlo, era errónea y a través de internet se podía reservar, pero el pago había que hacerlo: a través de una pasarela de pago sin SSL (ajam…) o haciendo el deposito en un banco (que casualidad no abren los domingos). La oficina de cultura abría a las 5:15, así que a las 5:00 les pregunté a unos mexicanos si me podía guardar la vez en la cola del autobús, para ir a sacarme el boleto de entrada.

Pero para cuando llegué, ya había otras 10 personas, así que para cuando me llegó el turno, mi autobús y otros 10-15 o incluso 20 habían partido, ya que los turistas salían de todos los lados (cual jubilado en una comida popular gratuita) e iban llenando los autobuses uno tras otro. Apesadumbrado, subí al mío (esta vez no íbamos como en una lata de sardinas) pensado que perdía una oportunidad casi única, no pudiendo subir al Wayna Picchu (ese monte que salé en la parte trasera de las típicas fotos del Machu Picchu). Cuando llegamos a la entrada al recinto, había dos colas: una para entrar y la otra para conseguir el sello que permite subir al Wayna. No perdía nada más que el tiempo poniéndome en la cola para el sello, que poco a poco iba avanzando hasta que a cuatro personas de mi, dijeron que se había terminado el cupo. Me cagüen!!! Doble palo. ¿Y ahora que? A ver el Machu Picchu y vuelta. Un poco decepcionante, la verdad. Por cierto, de la lluvia de la noche anterior, nada de nada: un cielo bastante claro con algún otra nube.

De la nada, apareció un guía que nos ofreció la posibilidad de entrar en el Wayna Picchu sin el sello. Para ello, teníamos que contratar sus servicios (120 soles entre todos los que estuviéramos interesados) y nos garantizaba la entrada, aprovechando que algunos que consiguen el sello no entran (más tarde explicaré el porqué). En un principio, y hasta bastante al final, me pareció una forma un poco ruin de sacarnos los 120 soles, pero teniendo en cuenta que nos reunimos 6 personas, salía a 20 soles cada uno (cantidad bastante aceptable, para un tour de 2 horas con unas explicaciones un poco justas, pero menos es nada).

Tras el tour, llegamos a las puertas de la entrada al Wayna y mientras le pagábamos al guía (la que montamos, ya que nadie tenía dinero justo y el guía no tenía cambio (aka sencillo) para nadie, escuché como otro guía volvía de intentar colar en vano a sus clientes, me temía lo peor, más teniendo en cuenta que nuestro guía hacía incapié en las diferentes alternativas que había a subir el Wayna: subir al monte Machu Picchu (ese que está justo detrás de donde se sacan las fotos) o incluso ladearlo y siguiendo El camino del inka, llegar hasta un alto. Pero para mi sorpresa, vino diciendo que había conseguido que nos dejaran entrar, pero a cambio nos iba a costar 20 dolares. De perdidos al río: 20 $ entre 6 personas, no era nada, así que aceptamos y tras una espera de 5 minutos (hasta las 8:15) en un reloj que no avanzaba XD, nos permitieron entrar.

Estaban muy emocinado, tenía la oportunidad de entrar a ver las ruinas que hay en la cima del Wayna, donde por motivos de seguridad (por mucho que digan otra cosa), no entran más de 400 personas al día. Sí, sí, por mucho que digan, los motivos de no dejar entrar a más gente, son de seguridad y es que el puñetero cerro se las trae: tiene unas subidas espectaculares y muy peligrosas (sobre todo sí el día anterior a llovido). Eso por no hablar de la pared vertical que tiene.

Poco a poco fuimos subiendo, cada uno a su ritmo. Yo pensaba que llevaba un buen ritmo, pero como siempre me suele pasar en la montaña, no fue así y a muy poco de la cima, tuve que bajar bastante el ritmo, porque el corazón me iba a salir por la boca.

Al fin llegué a la zona de las ruinas y la cosa empeoraba un poco: las escaleras era cada vez más angostas y empinadas y en esta zona, por razones obvias, no había pasa manos. Pero todavía había un poco de esperanza: mientras tuviera una zona de unos 5 metros donde viera que había piso firme, no había problemas. Pero al poco de llegar a una especie de balcón y ver que justo daba a la zona de la pared vertical que cae hasta el pié del Wayna, me entró el pánico: a mí, que me da miedo hasta asomarme al balcón de un 3º, estaba en medio del Wayna Picchu, sin nadie que pudiera tranquilizarme y bloqueado mentalmente, con ideas muy negativas que me vienen en esos momentos. Sinceramente, lo paso muy muy mal, sin llegar a perder los nervios ni hacer locuras, pero si bloqueándome de mentalmente y sin poder avanzar o retroceder, pensando que en una de estas me voy a resbalar/tropezar.

Así que me senté en una zona alejada, donde no podía ver el precipicio o cualquier cosa que no estuviera a mi nivel y traté de calmarme. Pasaron unos 20 minutos, cuando me convencí de que no había otra opción que la de bajar. Poco a poco, empecé a bajar, asegurándome de que cada paso que daba lo daba de forma segura. Me importaba una mierda que la gente se riera de mí al ver que a veces me sentaba en las escaleras para avanzar. Tras más de una hora, cuando en subir apenas tardé 20-30 minutos, llegué a la parte de abajo. Aliviado, pero con el miedo aún metido en el cuerpo, me senté a la sombra, para darle el último trago a la botella de agua que me llevé.

Ahora entendía porqué había tanta gente que se echaba para atrás a la hora de subir: justo desde la entrada, se podía ver el verdadero desnivel de las escaleras y el tramo en el que me quedé bloqueado y la caída que esta tenía.

Aún no eran ni las 10:00, así que decidí darme una vuelta para sacar alguna que otra foto. Pero el echo de no haber desayunado (ni siquiera llevaba nada para llevarme a la boca, salvo la botella de 1l que me había terminado al bajar del Wayna), el stress de la subida y la bajada, y el sol que poco a poco empezaba a quemarnos los brazos, las cabezas, las caras… empezaron a degenerar en una pájara. Así que con una sudada del quince y un poco aturdido, decidí que ya tenía suficiente y bajé al pueblo, a reponer un poco de fuerzas y a cambiar de ropa.

Pero no iban a terminar ahí las emociones fuertes del día: menudo kamikaze el conductor del combi que me llevó de vuelta de Ollantaytambo hasta Cusco: que manera de adelantar, tomar las curvas… a medio camino estuve a punto de decirle que me bajaba. No me extrañaría si algún día tiene un accidente de tráfico.

Pisaq y Ollantaytambo

Bien, comenzaba el segundo día en tierras andinas a eso de las 4:00 (maldito jetlag), así que aproveché el momento, para establecer el timing de los siguientes días. Ese días, tocaba Pisaq (aka Pisac) y Ollantaytambo, para acercarme a la noche a Aguas Calientes (a los pies del Machu Picchu). Primero había que buscar la estación de autobuses dirección a Pisaq, que son los que van hasta Calca. ¿Autobuses he dicho? Latas de sardinas, quería haber dicho. Bien, digo que en latas de sardinas, porque los precios de los taxis son bastante caros y en las latas, puedes viajar unos 30 km por unos 2 nuevos soles (0.50 euros al cambio). Lo malo, que son lentos y se llenan hasta los topes.

Tras un poco más de una hora, estaba en Pisaq y tocaba regatear con los taxistas, para que me hicieran un buen precio, pues la ruinas de Pisaq, van escalando un cerro que hay detrás del pueblo. Lo habitual es hacerlo de arriba a abajo, unos 13 km por carretera, así que había que conseguir que el precio no fuera superior a 15 soles (leído en algún foro). Pero la cosa estaba complicada, ya que nadie quería subirme por ese precio, hasta que aparecieron 3 peruanas que iban a subir, así que compartimos el taxi por 7 soles / cabeza. Arriba, los guías ya empezaban a bombardear. Como iba sólo, me salía un ojo de la cara así que pregunté a las chicas peruanas si les interesaba compartir el guía, a lo que me dijeron que no, así que emprendí la visita sin guía. A los 10 metros, se me acercó el último guía que se me ofreció, indicándome que las chicas quería guía, pero ahora era yo el que no quería.

Tras subir un poco, para ver la parte alta de la zona, fui bajando por el recorrido, hasta completarlo en unas 2 horas en pleno centro del pueblo. Como ya eran más de las 12:00 y a pesar de que no es mi hora habitual de comer, decidí entrar en un restaurante, donde no había más que peruanos) que encontré en la calle donde me bajé del autobús. Comí una sopa de pasta con patatas (aka papas) y zanahorias junto a un arroz salteado con verduras y una cerveza. Todo ello por 9.50 soles (10.00 contando la propina que les dejé) y eso que la cerveza (de 625 ml) costaba 6.50 soles. En definitiva, comí por 3 soles (menos de 1 euro) y si os digo la verdad, estaba o rica la comida.

Tras llenar el estomago, me dirigí a la estación de autobuses para coger primeramente un autobús a Urumbamba y más tarde un colectivo: una furgoneta que hace las veces de taxi/autobús a un precio a medio camino entre el taxi y el autobús; camino a Ollantaytambo, último lugar donde se puede llegar por carretera de camino a Aguas Calientes. Antes de visitar las ruinas del pueblo, decidí ir a la estación de trenes para ver cuando era el primer tren económico que había para bajar a Aguas Calientes. El más barato (el que no tiene ninguna floritura saca perras de turistas), el Expedition, disponible para ese días salía a las 21:00. Me cagüen mi… si todavía eran las 15:00 y las ruinas se veían en una hora larga, cercana a dos horas, justo justo para cuando anochece. Así que estuve deambulando por el pueblo unas 3 horas y media, rato en el que aproveché para degustar una pizza estilo peruano, ya que no encontré un restaurante típico.

A las 20:30, había que estar en la estación de trenes para a las 21:00 en punto salir rumbo a Aguas Calientes. En el camino, empezó a llover un poco, aunque poco a poco iba aumentando la intensidad (sin ser excesivo) y los que íbamos en el tren empezamos a preocuparnos un poco, porque nos temíamos que a la mañana siguiente podía llover y con ello, llevar al traste nuestra intención de ver el Machu Picchu. Así que un poco preocupados, llegamos a Aguas Calientes, donde para mi sorpresa, me esperaban del hostal que había reservado en el pueblo (aunque aquí a cualquier cosa le llaman ciudad), ya que no les había indicado en que tren llegaba (pobres, a lo mejor estuvieron todo el día bajando a la estación a esperarme).

Llegué al hotel a eso de las 23:00 y tras charlar un rato con el chico de recepción, donde por cierto tienen una máquina con Linux (el escritorio era un Gnome un poco viejo); me marché a dormir, pues la mañana siguiente, tocaba madrugar para conseguir plaza para subir al Wayna Picchu (sólo hay 400 plazas).

Cusco: Capital del Imperio Inka

Aprovechando que estoy “encerrado” en el hotel, os voy a contar como está yendo el viaje por Perú.

La aventura comenzó el viernes día 18 de junio a las 20:30, antes de lo previsto y es que cuando llegué al aeropuerto para facturar, me encontré con que me adelantaban el vuelo Bilbo – Madrid, ya que tenía que hacer muchas conexiones (Bilbo – Madrid, Madrid – Lima y Lima – Cusco) y la chica del mostrador me dijo que dado que el avión que yo tenía era el último, ella me aconsejaba coger el anterior (que salía una hora antes).

En un principio le dije que no, que quería salir en el que tenía programado, porque aún no me había despedido de mis familiares, que estaban aparcando. Pero ella insistió y me dijo que si pasaba algo (refiriéndose claramente a una demora), que no iba a malgastar una hora, sino un día entero, porque en caso de perder la conexión Madrid – Lima, no había otro hasta el día siguiente.

Afortunadamente, mis familiares llegaron a tiempo para despedirse y tomé rumbo a Madrid. Pero casualidad de las casualidades, el avión salía con retraso, dado que la ruta Madrid – Bilbo (y viceversa) está registrando retrasos de hasta media hora. Vamos, que al final sólo malgasté media hora más en Madrid.

Ya en Madrid, llegó la tan temida tarea para mi de tener que pasar la aduana. Bueno, en realidad mi relación con las fuerzas de seguridad del estado (que dice Galder), no ha sido buena desde que hace un par de años tuve un encontronazo y un poco fuera de lugar con uno de ellos. A lo que iba, no sé si será por mi nombre, el lugar en el que vivo, por mis pintas o por todo junto, pero siempre suelo tener algún que otro “problemilla”: “a donde va usted”, “de donde viene usted”, tecleo de mi número de pasaporte en el ordenador para no se qué… pero esta vez, el señor Policía Nacional, fue bastante amigable e incluso me deseó buen viaje. Lo que son las cosas…

Tras más de 11 horas de vuelo, que se me pasaron rápidamente, ya que por segunda vez en mi vida, pude dormir durante el viaje; ya estaba en Perú, concretamente en Lima, su capital. Tocaba recoger la mochila, a pesar de que esta estaba facturada hasta Cusco, ya que tenía que pasar la aduana y por este motivo, la mochila, la tenía que recoger en Lima, para facturarla de nuevo a Cusco.

A las 8:55, quince minutos antes de lo previsto, aterrizábamos en Cusco, capital del Imperio Inka. Al principio estaba un poco acojonado, ya que la ciudad se encuentra a unos 3350 msnm y es habitual en la gente que no está acostumbrada a esas alturas sufra del mal de alturas o soroche. Para evitarlo, recomiendan hacer una pequeña aclimatación, en el caso de Perú, hacer el recorrido inverso al que yo voy a hacer (aunque discrepo al respecto y poco a poco lo veréis). Otra opción es subir montañas de más de 2500 msnm, para que el cuerpo se vaya acostumbrando a la diferente saturación del oxigeno en el aire. Si os soy sincero, yo sólo he estado una vez por encima de los 2000 msnm y fue el año pasado, cuando subí al Fuji en Japón. Aquella vez, si que me dio una especie de mal de altura, aunque el único síntoma que sufrí fue un cansacio extremo que apareció de la nada. Es posible que este fuera causado por la velocidad a la que subimos (6h para subir un desnivel de 1300 metros, empezando en una cota de unos 2400 msnm), ya que viendo como bajaban algunos a mitad de camino (alguno lo llevaban arrastrando), casi que descarto que fuera el soroche.

Para mi alivio, no tuve ni he tenido (hasta ahora) ningún problema de aclimatación y eso es bueno, ya que la gente suele tardar entre uno y varios días en conseguir que su cabeza no le duela, que su cuerpo funcione de forma correcta, que no vomiten…

Tras una ducha rápida, bajé a dar una vuelta a la Plaza de Armas, mientras esperaba a que vienesen a entregarme el billete (aka boleto) de autobús para dentro de unos días entre Cusco y Puno; para ver que se cocía. Casualidad de las casualidades, siendo esta época del año cercana al solsticio de Invierno (sí, sí, habéis leído bien: en el hemisferio sur ahora van a entrar / han entrado en el invierno), así que la plaza estaba llena de gente y había un desfile de no se qué.

Tras recoger el billete, tenía como unas dos horas hasta comenzar el “city tour” que le llaman y que consiste en visitar las cosas más importes de la ciudad. Pero mientras llegaba la hora, me fui en busca de Miguel Medina, cantante del grupo Doom DESPONDENT CHANTS para ver si me podía pasar una copia de sus disco. Estuve charlando con él un rato acerca de la escena en Perú (que poco a poco va creciendo) y ya me despedí de él hasta otro día para comprar un par de libros en la librería en la que trabaja; ya que había llegado la hora del “city tour”.

Mientras nos llevaban al punto de partida, estuve hablando un poco con un señor alemán (cada uno con su limitado inglés XD) que se hospedaba en el mismo hotel que yo. Hablamos un poco de Perú, motos e incluso de Gernika. Al llegar a la Plaza de Armas (punto de partida) nos separaron en varios grupos: unos grupos eran en inglés, otros en frances, otros en castellano… y poco a poco fueron enseñándonos los “puntos fuertes” de la ciudad: Catedral, Qoricancha, Sacsahuaman, Qenqo, Pukapukara y Tambomachay.

Como habéis leído, las dos primeras visitas que hicimos fueron a la catedral y al templo de Qoricancha, vamos un tostón (incluso estuve a punto de pensar en voz alta la mítica frase de Homer Simpson: me aburró!!). Además, se ve que nuestro guía era un poco religioso ya que no hacía más que alabar los templos, las obras… Curioso también es que mientras nuestro guía no comentó nada al respecto, algunos guías (de habla inglesa) si que hicieron bastante hincapié en el tema de la colonización y cuan negativo fue para la zona.

A la tarde-noche, visitamos las ruinas más importantes de la ciudad: Sacsahuaman, Qenqo, Pukapukara y Tambomachay. La visita la hicimos de forma escalonada, ganando altura poco a poco, para evitar que la gente sintiera el soroche, ya que alguna de las ruinas está cerca de los 4000 msnm (3762 msnm exactamente). Por cierto, si se va a visitar tanto las ruinas de la ciudad, como la de los pueblos de alrededor (excepto el Machu Picchu), hay que comprar el boleto turístico, que nos permite entrar en todos los recintos por 130 soles (70 si tienes carné de estudiante internacional).

Y así, sin darnos cuenta, llegó la noche (a eso de las 18:00) y finalizó el city tour. Conclusión: un tour guiado, está bien si tienes poco tiempo y 0 ganas de prepararte una ruta, sino, es algo de lo que se puede prescindir, ya que las visitas son con calzador (20 minutos aquí, 30 minutos allí…) y no siempre se le dedica el tiempo necesario a cada cosa, que es algo subjetivo, ya que a cada cual le puede interesar una cosa u otra.

A la noche, cena en un restaurante no muy lejano del hostal: una especie de empanadillas de jamón y queso, pero cubiertas con una masa de maíz; y un poco de alpaca (está muy rica y 0 grasas) junto a un zumo variado, antes de meterme en la cama.

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