Uros, Amantaní, Taquile, Sillustaní

Tras dejar la ropa sucia en la lavandería, me he dirigido al puerto, para coger un barco para hacer el tour de las Islas: las islas de Uros (o Urus), Amantaní (donde iba a hacer noche en casa de una familia de la isla) y Taquile.

La primera parada, ha sido en la isla de Uros, que son unas islas artificiales donde viven aimaras. Básicamente, es una patraña para sacar unos pocos soles a los turistas, ya que en las islas, tienen tele, teléfono e incluso internet. Así que os podéis imaginar que poco tiene de auténtico. De lo poco que me ha resultado interesado, ha sido ver como construyen las islas.

Tras un largo viaje en barco (2 horas pasadas) hemos llegado a la isla de Amantaní. Nada más llegar, nos han repartido entre las familias del la zona, la isla es bastante grande, y nos hemos ido cada cual a “su casa”. A mi, me ha tocado ir a casa de Basilia, una mujer abandonada por su marido, que tiene dos niños pequeños a su cargo, aunque durante mi estancia no los he podido ver, pues supuestamente estaban en Puno haciendo unas compras. Al principio, la mujer me ha parecido un poco seca (y para que lo diga yo, que soy más seco que el frío de la zona…), pero poco a poco se ha ido abriendo un poco.

Tras comer una sopa de quinua y un poco de queso frito (que al principio pensaba que era pechuga o pecho como le llaman acá) de pollo, nos hemos dirigido a la plaza del pueblo, para ir todos los que habíamos venido en el barco, a ver la puesta del sol, desde el alto del pachamama o pachatata, el que nos diese la gana. La altitud en la zona alta de la isla, era de unos 4100 metros y mientras íbamos subiendo, la gente ha empezado a quedarse rezagada y sin darme cuenta, he subido al pachatata, donde las vistas para contemplar la puesta del sol no eran tan buenas y que no era el que teníamos que subir. Así que de las mismas, he bajado y he subido al pachamama, donde ya estaban todos listos para ver la puesta del sol.

Unas fotos y para abajo, que nuestras familias nos estaban esperando para cenar un poco, antes de vestirnos con trajes típicos (no pidáis fotos, que no las hay) e ir a una fiesta saca cuartos a los guiris, donde la botella de agua valía 4 soles (poco más de 1 euro). 1 hora de “bailes típicos” y mi señora, me decía que nos íbamos, que estaba un poco cansada.

A la mañana siguiente, tocaba despedirse de las familias, ya que nos íbamos a la isla de Taquile. Otro largo viaje en nuestro lento barco y hemos llegado a Taquile, donde tras un paseo de 40 minutos, hemos llegado a la plaza del pueblo, donde tras 20 minutos de descanso, hemos continuado nuestro camino hasta un restaurante, donde el menú estaba a 20 soles. Como no era obligatorio comer allí, he decidido pasar y mientras los demás comían, he subido al pachamama de la isla. A mediodía, hemos salido de Taquile rumbo a Puno, en un viaje que iba a durar unas 2 horas y media. Justo al llegar, he decidido ir rápidamente a ver las chullpas de Sillustaní, que están a unos 30 km de Puno, ya que si me daba un poco de prisa, podría verlas antes de que anocheciera.

Mientras iba en el taxi (no tenía tiempo de buscar un compartido), he ido escuchando las noticias de que los mineros había tomado el aeropuerto de Juliaca (ciudad próxima a Puno) en señal de protesta por las decisiones que el gobierno peruano a tomado con ciertas concesiones mineras y que la policía estaba reprimidiendo la protesta con disparos (hasta donde he podido escuchar hay 4 muertos), por lo que he decidido llamar a 4M express, con quienes tenía contratado el servicio de autobús para llegar hasta Chivay, en el Valle de Colca, al día siguiente; para ver cual era la situación real en Juliaca y si estos altercados afectaban a nuestro viaje. Desafortunadamente, me han dicho que sí, que nos afectaba y que íbamos a tener que salir 1 hora antes, ya que teníamos que tomar una ruta alternativa, ya que el paso por Juliaca estaba cortado.

A la vuelta, dado que eran poco más de las 17:30, he decidido visitar el museo de Carlos Dreyer, para conocer un poco la historia de la ciudad, antes, durante y después de los Inka, antes de buscar un restaurante barato donde cenar.

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