Cusco – Puno

Hostia puta!!! Son las 5:20 y me he dormido!!! Maldito android y su puñetera alarma. Joder, que pierdo el autobús!!!

Lo dicho, son las 5:20 de la mañana y a las 5:45 tengo que estar en la estación del autobús que me va a llevar desde Cusco a Puno y la estación está como a unos 15 minutos del hostal. Además he quedado con un taxi a las 5:30 y todavía me tengo que vestir, hacer un poco la mochila (a pesar de que anoche la dejé preparada) y bajar a recepción (espero que haya alguien).

5:35, estoy en la calle esperando el taxi, pero no aparece. Otra cosa no, pero el tema de la puntualidad, me parece algo muy importante y me parece una falta de respeto que la gente no la cumpla. Voy a darle cinco minutos más, sino, que le den.

Son las 5:41 y no aparece mi taxi y tengo que estar en 4 minutos en la estación, así que paro el primer taxi que encuentro y le digo que me lleve a la estación de Inka Express. Me dice que no me preocupe por la hora, que normalmente los buses sale con retraso (grrr) y que llegaremos a tiempo. Y así ha sido. Y menos mal, porque el siguiente autobús sale al día siguiente, con lo que perdería un día en Puno o Chivay, a donde iré después de Puno.

Teóricamente, el autobús salía a las 7:30, pero debido al paro que el sector minero tiene en la zona de Puno, debemos tomar una vía alternativa y dado que el viaje es mucho más largo, en torno a unas 13 o 14 horas en vez de las 8 o 9 horas que tarda habitualmente, han decidido salir una hora y media antes, para no demorarnos mucho en llegar a Puno. A pesar de los pesares, hemos salido a las 6:30, con lo que en principio llegaremos media hora más tarde.

El autobús de Inka Express, hace una ruta y en para en las zonas donde hay ruinas o cosas importantes para ver. Vamos, que es una especie de bus turístico, pero con la diferencia de que te recoge en una ciudad y te deja en otra.

Nada más salir, a unos 10 minutos, nos hemos tenido que meter entre calles, ya que había problemas en el “highway” (que lo único que tiene de autopista, es que es de pago, por que es una carretera comarcal: dos carriles, uno por sentido, pero de lo mejorcito que he visto hasta ahora). Tras este pequeño contratiempo, hemos llegado Andahuaylillas, donde supuestamente está La Capilla Sixtina de Sudamérica. Digo supuestamente, porque no he tenido la suerte o la desgracia de ver La Capilla Sixtina en directo. Lo que hemos visto, era una iglesia en plena restauración llena de frescos simples y bastantes cuadros de vírgenes, santos y demás historias. Vamos, otro tostón, pero fuera hacía un poco de frío (dentro de la iglesia más) y no nos dejaban estar en el autobús. veinte minutos de visita y volvíamos a la carretera.

La siguiente parada, ha sido para ver las ruinas de Raqchi, aunque debido al primer contratiempo, apenas hemos tenido otros veinte minutos para ver la zona. Ha sido interesante, porque lo que allí se encuentra, no lo había visto en otras ruinas de la zona: graneros redondos, un muro que rodea el pueblo y que tiene más de 7km, unas estructuras algo diferentes de lo visto hasta ahora…

Una hora y media más tarde de salir, tenía la parada para llenar un poco el estomago en la ciudad de Sicuani. La verdad es que me ha ayudado un poco, ya que tras la parada no íbamos a volver a parar hasta pasar unas 5 horas, y no tenía que llevarme a la boca. Así que sin ser nada del otro mundo la comida del buffet, he de decir que me ha sabido a gloria. Eso sí, el catering venía con un poco de retraso (30 minutos) y el señor guía les ha montado un poco de pollo, porque sabía perfectamente cual era la situación y además, veníamos con retraso, así que la demora en la comida no estaba justificada.

Justo tras la comida, venía el camino alternativo, que ya nos han indicado que sería un poco bacheado y con muchas zonas sin asfaltar, pero que era la alternativa más corta. No sé como será la vía normal, pero esta que hemos tomado, ha sido preciosa por lo menos al principio: hemos pasado cerca de varios cerros nevados y las vistas eran maravillosas. Íbamos subiendo poco a poco y los cerros nevados cada vez estaban más a nuestra altura, así que he supuesto que estábamos bastante “cerca” de los 5000 msnm, ya que a esa altura es donde las nieves son perpetuas aca en el Perú. Más tarde, nos ha confirmado que hemos pasado a unos 4600 msnm, pero que no nos han dicho nada, para evitar casos psicosomáticos del mal de altura.

Tras una pequeña parada en un pueblo, del que no me acuerdo de su nombre, para echar un meo y comprar algo de comer, hemos proseguido el tortuoso camino, que poco a poco iba haciendo mella en todos nosotros. Cerca de las 17:20, hemos llegado a la zona de Lagunillas, un lugar lleno de lagunas (como el propio nombre indica) donde suelen descansar los flamencos chilenos, a los hemos podido ver en la lejanía. Al bajar del autobús, he notado una especie de mareo, que no se si ha tenido que ver con la altitud, 4413 msnm o por lo duro que estaba resultando el viaje. Pero ha sido cosa de 3 segundos, así que no le he dado mayor importancia.

A eso de las 21:00, hemos llegado a la ciudad de Puno tras haber sido parados por la Policía Fiscal justo a la entrada de la ciudad y me ha tocado ir en taxi hasta el hostal, ya que la persona que había ido a recogerme, me esperaba para las 17:00 y como a esa hora no estaba allí, se había vuelto al hostal. Le he pedido mil y un disculpas y le he dicho que no había sido problema mio sino de la ruta que hemos tenido que tomar. Unas galletas y a dormir, que la mañana siguiente tocaba ir a ver las islas del lago Titikaka (que no se pronuncia Titikaka, sino Titijaja o Titikala, entre otros), el lago navegable a más altura del mundo: 3800 msnm.

Chinchero y Moray

El cuarto y último día en Cusco y alrededores, lo empecé sin tener claro que es lo que iba a ver / visitar, salvo las ruinas de Chinchero, primer destino del día. Monté en otra lata de sardinas, que iba
camino de Urumbamba. A poco más de una hora, llegué a Chinchero y entré a visitar las ruinas, en las que apenas había turistas, dado que aún era un poco temprano. Mientras volvía, decidí que iba a ir a ver Moray, a pesar de que me habían dicho que era una zona de la que se podía prescindir.

Me puse a esperar un bus/colectivo que fuera en esa dirección, pero no hubo suerte. Justo cuando estaba punto de tirar la toalla y volver a Cusco, unas hermanas del norte de Perú también estaban interesadas en ver las terrazas circulares de Moray, así que nos montamos en un taxi que nos llevó y nos trajo de vuelta por 40 soles (un poco caro, pero no había más opciones).

Tuvimos una charla bastante amena, incluso en taxista participaba. Pero la cosa se fue un poco al garete, cuando el taxista intentó exprimirnos un poco más las perras. En ese momento, la charla fue sólo bidireccional entre las hermanas y yo. Volvimos a Chinchero y tras despedirnos y desearnos suerte en el resto de nuestras vacaciones, cogí una lata de sardinas para volver a Cusco y pasar el resto del día haciendo un par de compras y cenando en otro restaurante para peruanos, esta vez por 2.50 soles en la calle Tuyumallo o Tullumayu. Antes de meterme en, la cama, hice las mochilas, pues la mañana siguiente me tenía que levantar pronto, pues la carretera entre Cusco y Puno se encontraba cortada debida a una huelga de mineros en la región de Puno.

Machu Picchu

Eran las 3:00 de la mañana cuando sonó el Ipod. Me lavé un poco la cara y me dirigí a la estación de autobuses a hacer cola. Cuando llegué, a eso de las 3:30, ya había una veintena de personas, con el mismo propósito que yo: conseguir plaza para el Wayna Picchu. Estaba un poco preocupado, porque aún no tenía el boleto para entrar al Machu Picchu. Iba a haberla comprado en Cusco, pero la dirección que yo tenía del lugar donde había que comprarlo, era errónea y a través de internet se podía reservar, pero el pago había que hacerlo: a través de una pasarela de pago sin SSL (ajam…) o haciendo el deposito en un banco (que casualidad no abren los domingos). La oficina de cultura abría a las 5:15, así que a las 5:00 les pregunté a unos mexicanos si me podía guardar la vez en la cola del autobús, para ir a sacarme el boleto de entrada.

Pero para cuando llegué, ya había otras 10 personas, así que para cuando me llegó el turno, mi autobús y otros 10-15 o incluso 20 habían partido, ya que los turistas salían de todos los lados (cual jubilado en una comida popular gratuita) e iban llenando los autobuses uno tras otro. Apesadumbrado, subí al mío (esta vez no íbamos como en una lata de sardinas) pensado que perdía una oportunidad casi única, no pudiendo subir al Wayna Picchu (ese monte que salé en la parte trasera de las típicas fotos del Machu Picchu). Cuando llegamos a la entrada al recinto, había dos colas: una para entrar y la otra para conseguir el sello que permite subir al Wayna. No perdía nada más que el tiempo poniéndome en la cola para el sello, que poco a poco iba avanzando hasta que a cuatro personas de mi, dijeron que se había terminado el cupo. Me cagüen!!! Doble palo. ¿Y ahora que? A ver el Machu Picchu y vuelta. Un poco decepcionante, la verdad. Por cierto, de la lluvia de la noche anterior, nada de nada: un cielo bastante claro con algún otra nube.

De la nada, apareció un guía que nos ofreció la posibilidad de entrar en el Wayna Picchu sin el sello. Para ello, teníamos que contratar sus servicios (120 soles entre todos los que estuviéramos interesados) y nos garantizaba la entrada, aprovechando que algunos que consiguen el sello no entran (más tarde explicaré el porqué). En un principio, y hasta bastante al final, me pareció una forma un poco ruin de sacarnos los 120 soles, pero teniendo en cuenta que nos reunimos 6 personas, salía a 20 soles cada uno (cantidad bastante aceptable, para un tour de 2 horas con unas explicaciones un poco justas, pero menos es nada).

Tras el tour, llegamos a las puertas de la entrada al Wayna y mientras le pagábamos al guía (la que montamos, ya que nadie tenía dinero justo y el guía no tenía cambio (aka sencillo) para nadie, escuché como otro guía volvía de intentar colar en vano a sus clientes, me temía lo peor, más teniendo en cuenta que nuestro guía hacía incapié en las diferentes alternativas que había a subir el Wayna: subir al monte Machu Picchu (ese que está justo detrás de donde se sacan las fotos) o incluso ladearlo y siguiendo El camino del inka, llegar hasta un alto. Pero para mi sorpresa, vino diciendo que había conseguido que nos dejaran entrar, pero a cambio nos iba a costar 20 dolares. De perdidos al río: 20 $ entre 6 personas, no era nada, así que aceptamos y tras una espera de 5 minutos (hasta las 8:15) en un reloj que no avanzaba XD, nos permitieron entrar.

Estaban muy emocinado, tenía la oportunidad de entrar a ver las ruinas que hay en la cima del Wayna, donde por motivos de seguridad (por mucho que digan otra cosa), no entran más de 400 personas al día. Sí, sí, por mucho que digan, los motivos de no dejar entrar a más gente, son de seguridad y es que el puñetero cerro se las trae: tiene unas subidas espectaculares y muy peligrosas (sobre todo sí el día anterior a llovido). Eso por no hablar de la pared vertical que tiene.

Poco a poco fuimos subiendo, cada uno a su ritmo. Yo pensaba que llevaba un buen ritmo, pero como siempre me suele pasar en la montaña, no fue así y a muy poco de la cima, tuve que bajar bastante el ritmo, porque el corazón me iba a salir por la boca.

Al fin llegué a la zona de las ruinas y la cosa empeoraba un poco: las escaleras era cada vez más angostas y empinadas y en esta zona, por razones obvias, no había pasa manos. Pero todavía había un poco de esperanza: mientras tuviera una zona de unos 5 metros donde viera que había piso firme, no había problemas. Pero al poco de llegar a una especie de balcón y ver que justo daba a la zona de la pared vertical que cae hasta el pié del Wayna, me entró el pánico: a mí, que me da miedo hasta asomarme al balcón de un 3º, estaba en medio del Wayna Picchu, sin nadie que pudiera tranquilizarme y bloqueado mentalmente, con ideas muy negativas que me vienen en esos momentos. Sinceramente, lo paso muy muy mal, sin llegar a perder los nervios ni hacer locuras, pero si bloqueándome de mentalmente y sin poder avanzar o retroceder, pensando que en una de estas me voy a resbalar/tropezar.

Así que me senté en una zona alejada, donde no podía ver el precipicio o cualquier cosa que no estuviera a mi nivel y traté de calmarme. Pasaron unos 20 minutos, cuando me convencí de que no había otra opción que la de bajar. Poco a poco, empecé a bajar, asegurándome de que cada paso que daba lo daba de forma segura. Me importaba una mierda que la gente se riera de mí al ver que a veces me sentaba en las escaleras para avanzar. Tras más de una hora, cuando en subir apenas tardé 20-30 minutos, llegué a la parte de abajo. Aliviado, pero con el miedo aún metido en el cuerpo, me senté a la sombra, para darle el último trago a la botella de agua que me llevé.

Ahora entendía porqué había tanta gente que se echaba para atrás a la hora de subir: justo desde la entrada, se podía ver el verdadero desnivel de las escaleras y el tramo en el que me quedé bloqueado y la caída que esta tenía.

Aún no eran ni las 10:00, así que decidí darme una vuelta para sacar alguna que otra foto. Pero el echo de no haber desayunado (ni siquiera llevaba nada para llevarme a la boca, salvo la botella de 1l que me había terminado al bajar del Wayna), el stress de la subida y la bajada, y el sol que poco a poco empezaba a quemarnos los brazos, las cabezas, las caras… empezaron a degenerar en una pájara. Así que con una sudada del quince y un poco aturdido, decidí que ya tenía suficiente y bajé al pueblo, a reponer un poco de fuerzas y a cambiar de ropa.

Pero no iban a terminar ahí las emociones fuertes del día: menudo kamikaze el conductor del combi que me llevó de vuelta de Ollantaytambo hasta Cusco: que manera de adelantar, tomar las curvas… a medio camino estuve a punto de decirle que me bajaba. No me extrañaría si algún día tiene un accidente de tráfico.

Cusco: Capital del Imperio Inka

Aprovechando que estoy “encerrado” en el hotel, os voy a contar como está yendo el viaje por Perú.

La aventura comenzó el viernes día 18 de junio a las 20:30, antes de lo previsto y es que cuando llegué al aeropuerto para facturar, me encontré con que me adelantaban el vuelo Bilbo – Madrid, ya que tenía que hacer muchas conexiones (Bilbo – Madrid, Madrid – Lima y Lima – Cusco) y la chica del mostrador me dijo que dado que el avión que yo tenía era el último, ella me aconsejaba coger el anterior (que salía una hora antes).

En un principio le dije que no, que quería salir en el que tenía programado, porque aún no me había despedido de mis familiares, que estaban aparcando. Pero ella insistió y me dijo que si pasaba algo (refiriéndose claramente a una demora), que no iba a malgastar una hora, sino un día entero, porque en caso de perder la conexión Madrid – Lima, no había otro hasta el día siguiente.

Afortunadamente, mis familiares llegaron a tiempo para despedirse y tomé rumbo a Madrid. Pero casualidad de las casualidades, el avión salía con retraso, dado que la ruta Madrid – Bilbo (y viceversa) está registrando retrasos de hasta media hora. Vamos, que al final sólo malgasté media hora más en Madrid.

Ya en Madrid, llegó la tan temida tarea para mi de tener que pasar la aduana. Bueno, en realidad mi relación con las fuerzas de seguridad del estado (que dice Galder), no ha sido buena desde que hace un par de años tuve un encontronazo y un poco fuera de lugar con uno de ellos. A lo que iba, no sé si será por mi nombre, el lugar en el que vivo, por mis pintas o por todo junto, pero siempre suelo tener algún que otro “problemilla”: “a donde va usted”, “de donde viene usted”, tecleo de mi número de pasaporte en el ordenador para no se qué… pero esta vez, el señor Policía Nacional, fue bastante amigable e incluso me deseó buen viaje. Lo que son las cosas…

Tras más de 11 horas de vuelo, que se me pasaron rápidamente, ya que por segunda vez en mi vida, pude dormir durante el viaje; ya estaba en Perú, concretamente en Lima, su capital. Tocaba recoger la mochila, a pesar de que esta estaba facturada hasta Cusco, ya que tenía que pasar la aduana y por este motivo, la mochila, la tenía que recoger en Lima, para facturarla de nuevo a Cusco.

A las 8:55, quince minutos antes de lo previsto, aterrizábamos en Cusco, capital del Imperio Inka. Al principio estaba un poco acojonado, ya que la ciudad se encuentra a unos 3350 msnm y es habitual en la gente que no está acostumbrada a esas alturas sufra del mal de alturas o soroche. Para evitarlo, recomiendan hacer una pequeña aclimatación, en el caso de Perú, hacer el recorrido inverso al que yo voy a hacer (aunque discrepo al respecto y poco a poco lo veréis). Otra opción es subir montañas de más de 2500 msnm, para que el cuerpo se vaya acostumbrando a la diferente saturación del oxigeno en el aire. Si os soy sincero, yo sólo he estado una vez por encima de los 2000 msnm y fue el año pasado, cuando subí al Fuji en Japón. Aquella vez, si que me dio una especie de mal de altura, aunque el único síntoma que sufrí fue un cansacio extremo que apareció de la nada. Es posible que este fuera causado por la velocidad a la que subimos (6h para subir un desnivel de 1300 metros, empezando en una cota de unos 2400 msnm), ya que viendo como bajaban algunos a mitad de camino (alguno lo llevaban arrastrando), casi que descarto que fuera el soroche.

Para mi alivio, no tuve ni he tenido (hasta ahora) ningún problema de aclimatación y eso es bueno, ya que la gente suele tardar entre uno y varios días en conseguir que su cabeza no le duela, que su cuerpo funcione de forma correcta, que no vomiten…

Tras una ducha rápida, bajé a dar una vuelta a la Plaza de Armas, mientras esperaba a que vienesen a entregarme el billete (aka boleto) de autobús para dentro de unos días entre Cusco y Puno; para ver que se cocía. Casualidad de las casualidades, siendo esta época del año cercana al solsticio de Invierno (sí, sí, habéis leído bien: en el hemisferio sur ahora van a entrar / han entrado en el invierno), así que la plaza estaba llena de gente y había un desfile de no se qué.

Tras recoger el billete, tenía como unas dos horas hasta comenzar el “city tour” que le llaman y que consiste en visitar las cosas más importes de la ciudad. Pero mientras llegaba la hora, me fui en busca de Miguel Medina, cantante del grupo Doom DESPONDENT CHANTS para ver si me podía pasar una copia de sus disco. Estuve charlando con él un rato acerca de la escena en Perú (que poco a poco va creciendo) y ya me despedí de él hasta otro día para comprar un par de libros en la librería en la que trabaja; ya que había llegado la hora del “city tour”.

Mientras nos llevaban al punto de partida, estuve hablando un poco con un señor alemán (cada uno con su limitado inglés XD) que se hospedaba en el mismo hotel que yo. Hablamos un poco de Perú, motos e incluso de Gernika. Al llegar a la Plaza de Armas (punto de partida) nos separaron en varios grupos: unos grupos eran en inglés, otros en frances, otros en castellano… y poco a poco fueron enseñándonos los “puntos fuertes” de la ciudad: Catedral, Qoricancha, Sacsahuaman, Qenqo, Pukapukara y Tambomachay.

Como habéis leído, las dos primeras visitas que hicimos fueron a la catedral y al templo de Qoricancha, vamos un tostón (incluso estuve a punto de pensar en voz alta la mítica frase de Homer Simpson: me aburró!!). Además, se ve que nuestro guía era un poco religioso ya que no hacía más que alabar los templos, las obras… Curioso también es que mientras nuestro guía no comentó nada al respecto, algunos guías (de habla inglesa) si que hicieron bastante hincapié en el tema de la colonización y cuan negativo fue para la zona.

A la tarde-noche, visitamos las ruinas más importantes de la ciudad: Sacsahuaman, Qenqo, Pukapukara y Tambomachay. La visita la hicimos de forma escalonada, ganando altura poco a poco, para evitar que la gente sintiera el soroche, ya que alguna de las ruinas está cerca de los 4000 msnm (3762 msnm exactamente). Por cierto, si se va a visitar tanto las ruinas de la ciudad, como la de los pueblos de alrededor (excepto el Machu Picchu), hay que comprar el boleto turístico, que nos permite entrar en todos los recintos por 130 soles (70 si tienes carné de estudiante internacional).

Y así, sin darnos cuenta, llegó la noche (a eso de las 18:00) y finalizó el city tour. Conclusión: un tour guiado, está bien si tienes poco tiempo y 0 ganas de prepararte una ruta, sino, es algo de lo que se puede prescindir, ya que las visitas son con calzador (20 minutos aquí, 30 minutos allí…) y no siempre se le dedica el tiempo necesario a cada cosa, que es algo subjetivo, ya que a cada cual le puede interesar una cosa u otra.

A la noche, cena en un restaurante no muy lejano del hostal: una especie de empanadillas de jamón y queso, pero cubiertas con una masa de maíz; y un poco de alpaca (está muy rica y 0 grasas) junto a un zumo variado, antes de meterme en la cama.

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