El cuarto y último día en Cusco y alrededores, lo empecé sin tener claro que es lo que iba a ver / visitar, salvo las ruinas de Chinchero, primer destino del día. Monté en otra lata de sardinas, que iba
camino de Urumbamba. A poco más de una hora, llegué a Chinchero y entré a visitar las ruinas, en las que apenas había turistas, dado que aún era un poco temprano. Mientras volvía, decidí que iba a ir a ver Moray, a pesar de que me habían dicho que era una zona de la que se podía prescindir.
Me puse a esperar un bus/colectivo que fuera en esa dirección, pero no hubo suerte. Justo cuando estaba punto de tirar la toalla y volver a Cusco, unas hermanas del norte de Perú también estaban interesadas en ver las terrazas circulares de Moray, así que nos montamos en un taxi que nos llevó y nos trajo de vuelta por 40 soles (un poco caro, pero no había más opciones).
Tuvimos una charla bastante amena, incluso en taxista participaba. Pero la cosa se fue un poco al garete, cuando el taxista intentó exprimirnos un poco más las perras. En ese momento, la charla fue sólo bidireccional entre las hermanas y yo. Volvimos a Chinchero y tras despedirnos y desearnos suerte en el resto de nuestras vacaciones, cogí una lata de sardinas para volver a Cusco y pasar el resto del día haciendo un par de compras y cenando en otro restaurante para peruanos, esta vez por 2.50 soles en la calle Tuyumallo o Tullumayu. Antes de meterme en, la cama, hice las mochilas, pues la mañana siguiente me tenía que levantar pronto, pues la carretera entre Cusco y Puno se encontraba cortada debida a una huelga de mineros en la región de Puno.